viernes, 14 de julio de 2006

1. La cola de la panadería

El iluminado llego a la cola de la panadería y confitería del barrio, que estaba atestada de gente y espero;
una señora de mediana edad, nerviosa, se le colo como quien no quiere la cosa.
Cuando llego ante la chica que atendía la mujer, con cara de autosuficiencia pidio cinco barras de pan blanco, tres bolsas de rosquillas, dos de magdalenas, una bandeja de croassanes, una tarta, una bandeja de dulces que tardo un buan rato en elegir.
Tanto pidio que no podía con todo. Entonces el iluminado amablemente se ofrecio a ayudarla, cargando en una mano la tarta y en otra la bandeja de pasteles.
La chica que atendía desde el otro lado del mostrador miraba perpleja y le pregunto:
- Usted no quiere nada.

- No, gracias, sólo vine a recordar a esta señora que yo estaba primero.

La señora lo miro avergonzada pero no encontró en la mirada de aquel hombre ningún atisbo de ironia. En silencio se dejo acompañar por él al coche. Cuando estuvo todo colocado el hombre le abrio la puerta del conductor para que entrara, y cuando ella iba a agradecerle su ayuda, él observando su incipiente obesidad le dijo dulcemente:
- Debería comprar pan integral es en vez de blanco. Y tampoco es bueno tanto dulce, los azucares crean una gran adicción al cuerpo y tenderá a usarlos para aplacar su ansiedad en vez de recurrir a terapias sencillas como relajarse, caminar, o mirar un arbol.
- Gra-gra-cias. - Tartamudeo ella.
- Ha sido un placer conocerla.

Cuentan quienes la conocen en el barrio que desde hace algún tiempo está más delgada y que la ven con frecuencia pasear entre los árboles del parque.

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